El Camino (prohibido) de Santiago
En Cornualles se sitúa el Monte St. Michael, desde el que peregrinos llegados de los más remotos rincones de las islas británicas partían rumbo a Santiago. La ruta fue prohibida bajo pena de muerte por Enrique VIII
Sólo cuando la marea está baja,el peregrino puede acceder a pie hasta el Monte de St. Michael.
St. Michael's Way, como así se denomina el Camino Inglés, tiene su origen en la iglesia de St. Uny, en el costero pueblo de Lenant, al norte de Cornualles. Procedentes de Gales e Irlanda, desembarcaban en ella viajeros, comerciantes y peregrinos en busca de una ruta a pie más segura que la peligrosa travesía en barco hasta St. Michael, en la rocosa costa sur.
Gracias a estos tempranos caminantes que popularizaron el trayecto, en la actualidad los 20 kilómetros que separan St. Michael de Lenant constituyen la única ruta en Gran Bretaña reconocida y señalizada como Camino de Santiago. Largamente olvidado durante siglos este recorrido medieval fue impulsado y desarrollado por el gobierno local de Cornualle una vez que el Consejo de Europa reconociera las rutas de peregrinaje hasta Santiago de Compostela como itinerarios de interés cultural, en 1987.
Licencias para viajar a Santiago
Aunque las licencias para transportar peregrinos fueron tramitadas de forma regular entre los siglos XIII y XV en varios puertos al sur de Inglaterra, obtenerlas no siempre fue una empresa fácil, y hubo épocas en las que los formularios fueron más complejos, exigiendo incluso el número de viajeros embarcados.
Así sabemos que en 142, Thomas Adam, patrón del «Mary of Fowey», zarpó del muelle de Fowey con 50 peregrinos a bordo. También consta que durante la guerra de los 100 años, como en el tránsito hacia Galicia los barcos tocaban puertos enemigos, era necesario obtener un permiso especial y los viajeros estaban obligados a jurar que no revelarían datos que pudieran perjudicar los intereses del país.
Además, algunos barcos tenían prohibido transportar determinado tipo de ciudadanos tales como caballeros, clérigos y nobles. Asimismo, los peregrinos tenían que jurar que no llevarían consigo más plata ni oro del que razonablemente necesitarían. Si tenían propiedades, estaban obligados a hacer una declaración de sus bienes y ceder derechos sobre ellos, antes de la partida, por si el peregrino muriera en su trayectos a Santiago.
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