Camhinojo de Santi: Cocido castellano y recorrido por Valladolid. Cena con ron.

Verde que te quiero verde

......Y llegamos a Valladolid. Carlos tenía asuntos importantes pendientes y lo esperamos tomando unas cervecitas en un bar. La foto, como dice la canción, podría titularse "Verde que te quiero verde"

Antes del "peazo" cocido que nos esperaba, Celia y yo nos hacemos esta simpática instantánea "sombrerera"

Dos sombreros para tí (música de dos gardenias)

...Y por fín, llegó en momento gastronómico del día: EL COCIDO, con su inicio de verduras "ensopás", seguido de su legión de garbanzos y terminando con esa "pringá" que quita el sentío. No parece que cayera mal a nadie. Incluso se tomó postre y todo.

¡Marina! , ¿ponen muchos garbanzos?

¡Dale al vino pa que floten los garbanzos!

Por la tarde, aún con los gases de los garbanzos en nuestro interior, salimos a dar una vuelta por el centro de Valladolid. Entramos en el claustro del Palacio de Sta Cruz, en la catedral (magnífico retablo), paseamos por diversas calles y plazas y Pepe Aguilar se compra primero una caja de vinos (que cual nuevo miembro viril tuvo que llevar entre las piernas en el coche hasta Sevilla) y luego unos pantalones para la lluvia que amenazaba. Antonio y yo, visto lo visto, también caímos en la compra de otros pantalones que sólo usaríamos algunas horas en nuestro Camino.

Claustro Palacio de Santa Cruz

Pre-Peregrinos en la Fuente Dorada

Los Mismos en la Plaza Mayor

Por la noche, cena con abundante "tapeo" en casa de Pepe Castro y Marina. A Antonio se le apetece un cubata y aquí me tienes preguntando a Marina si tenía ron. En un momento se amontonaron varias botellas sobre la mesa, ninguna de ron, con etiquetas muchas de ellas desconocidas y que se presumían de la época en la que Pepe Castro comenzaba la carrera de Medicina (¡eso si no era de cuando hizo el preu!) Pero....al final un alma caritativa se apiadó de nosotros y conseguimos ron e hielo y disfrutamos con nuestro cubata junto a esta extraordinaria pareja, familia y sus amigos que, como siempre, se vuelcan con nosotros como unos perfectos anfitriones.