¡Bueno! Tras la culminación de nuestro Camino de Santiago, me encontré sin Internet y así he estado largo tiempo. Además, he pasado unos días en Bilbao, en un congreso. Pero al fín vuelvo al mundo civilizado y puedo continuar este Blog interruptus.
Y lo reinicio con el desplazamiento que realizamos desde Sevilla hasta Valladolid los “5 magníficos” (Pepe Aguilar, Celia, Antonio, Fátima y yo, “el Mismo”)
El viaje fue bastante plácido, haciendo un breve descanso para desayunar en Monesterio. Tostadas con manteca “colorá”, surrapa de lomo, jamón etc...o sea un ligero tentempie para unos futuros caminantes. Compramos algunas cosillas (queso, embutidos, dulces) en una tienda de productos típicos extremeños y continuamos nuestro camino.
Paramos a almorzar en Guijuelo. Cochinillo, embutidos etc, en fin almuerzo “ligerito” para no desfallecer hasta nuestro destino. No puedo dejar de citar la exótica belleza de la camarera que nos atendió, una auténtica belleza visigoda, digna de posar ante cualquier pintor (eso sí, de brocha gorda) ¡Qué pena que su cuerpo no acabara en el cuello!
Llegada a Valladolid y ante nuestra sorpresa Carlos Villa nos tiene preparada una caminata de entrenamiento desde La Cotarra hasta el puente sobre el Duero, donde duerme el esqueleto de una vía muerta de ferrocarril. Un buen puñado de kilómetros que Antonio realizó sin deportivos, con los zapatos de “domingo”, endureciendo sus pies hasta límites insospechados. Una enorme sandía nos esperaba al fin del trayecto en casa de Carlos y Tasuca que como siempre nos ofreció una reconfortante cena de bienvenida, acompañada de buen vino y de “limonada-sangría”. Y a la cama. Primera noche juntos de Pepe y Antonio, esa nueva pareja que compartirían habitación (y espero que sólo haya sido eso) durante el resto del viaje.
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