En la siguiente parada, en la barra de un bar, el peregrino volvió a soltar, gritando: "¡Va a ser una memorable tarde de toros"! La misma reacción de indiferencia en el público que lo rodeaba.
En otra etapa del Camino, tras la frase, que escapó aún con mas contundencia, otro peregrino le increpó con un "¡Qué coño quieres decir con eso!" El solitario lo miró fijamente y se echó una mano al bolsillo con gesto amenazador. El increpador se retiró, dándole la espalda.
La Catedral bullía de peregrinos. En un instante, como un rayo y sin dar tiempo a impedirlo, el solitario colocó una montera al Santo y lo arropó con un capote verde y oro al tiempo que, dirigiéndose al vacío, gritó de manera ensordecedora:
"¡Y ahora....! ¡aplaudid! ...¡que va a entrar el caballo del Cid a picar!
(Manolo "Mismo")
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